La Pequeña Habana,
¿el Disney World de la cultura cubana?
By Daniel Shoer Roth/El Nuevo Herald
No viaje muy
lejos para disfrutar de un lugar diferente. Visite el Disney World de la
cultura cubana en el corazón de La Pequeña Habana, donde los estereotipos y las
caricaturas están a flor de piel. Ruido, fiesta, trivialidad.
Los quioscos
de operadores turísticos ocupan aceras y tiendas de
la Calle Ocho. A los visitantes no les narran las proezas de José Martí ni de
los pioneros del exilio cubano que ahí recomenzaron sus vidas desde cero. La
prioridad es entusiasmarlos con café, tabaco y mojitos para luego venderles
cenas con espectáculos musicales, paseos a los Everglades y a los Cayos.
Espacios comunes
en el vecindario han sido cerrados o cercados para mantener fuera al
“elemento”. Con este término denigran a los residentes ancianos que por
tradición se congregan a cotorrear. En la plaza aledaña al Parque del Dominó
prohibieron la presencia de artistas, músicos y artesanos porque representaban
competencia para los negocios.
En efecto,
la promoción del emblemático vecindario hispano como segunda atracción
turística más popular de Miami por mercaderes foráneos pone en peligro de
desaparecer su mismísima identidad cultural, patrimonio que atrae hacia sí,
como poderosísimo imán, a visitantes de todo el globo.
Intereses
contrapuestos en la visión futura de la barriada socavan su tejido social a
causa de la estructura económica prevaleciente. La falta de inversión en
mantenimiento y optimación de los servicios urbanos esenciales es
desconcertante. Y qué decir de la flagrante violación de los códigos
municipales de construcción, usos de suelo y zonificación.
Mientras que
en el distrito turístico la infraestructura luce remozada, en las áreas
residenciales contiguas las aceras están rotas, las calles llenas de baches,
las plazas y los parques muy deteriorados.
Lo constaté
acompañando a estudiantes de posgrado de la Escuela de Planificación Urbana y
Regional de Florida Atlantic University, como parte de su investigación de las
secuelas de la acelerada urbanización asociada a la especulación
inmobiliaria y a los esfuerzos privados por transformar la fidedigna East
Little Havana en la nueva “West Brickell” –en detrimento de los bienes
históricos y del interés mayoritario.
Mientras que
en el distrito turístico la infraestructura luce remozada, en las áreas
residenciales contiguas las aceras están rotas, las calles llenas de baches,
las plazas y los parques muy deteriorados; en las esquinas se apila basura
arrojada ilegalmente (incluyendo colchones y muebles); hay viviendas
abandonadas que están en ruinas y lotes de tierra vacantes que atraen actividad
criminal.
Ruinas estas
causadas por la codicia y la compleja trama de complicidad política enmascarada
tras la careta de celo por el bien comunitario. Todo lo cual acrecienta los
problemas de coexistencia vecinal y el resentimiento de los habitantes hacia
las autoridades.
Al igual que
en otros barrios céntricos y de clase obrera en el condado de Miami-Dade, en La
Pequeña Habana, cambios ascendentes en las características socioeconómicas de
los residentes propulsados por la regeneración urbana desplazan progresivamente
a la población más desposeída en búsqueda de vivienda asequible.
En el proceso,
se menoscaba la herencia cultural del lugar, a la vez que se construye
arbitrariamente. En la excursión guiada por la activista y autora Corinna
Moebius, los estudiantes de FAU se asombraron al toparse, en plena zona
residencial, con un enorme estacionamiento comercial sin paisajismo. El
desaparecido Teatro Martí, un punto de encuentro por excelencia en los albores
del exilio, dio paso a un edificio de apartamentos. La seguridad vial para
peatones de mayor edad es otro asunto preocupante.
“Es algo muy
latinoamericano hablar y socializar entre los vecinos en la calle. Así fue
siempre La Pequeña Habana”, me explicó Moebius. “Pero ahora me preocupa que los
nuevos edificios son construidos como fortalezas, como barreras, y ya no ves a
las personas sentadas en las entradas hablando entre sí. Sus diseños fomentan
la división”.
La Pequeña
Habana es un lugar fascinante con un bello entorno natural, rico en cultura,
historia y tradiciones, colmado de rincones que merecen ser descubiertos por su
autenticidad y su gente. Convertirlo en un parque temático de diversiones para
los turistas y en una barriada para personas de alto nivel adquisitivo atenta
contra su alma.
El exilio cubano debería defender con amor propio su herencia
cultural y raíces humildes.
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